Declaración de fe
Introducción
Lo siguiente ha sido adaptado en gran parte de la afirmación de fe del Ministerio Desiring God, y en parte de la Confesión de Londres de 1689 y Kingdom through Covenant (Reino a través de Pacto). Para aquellos que deseen ver todas las referencias bíblicas detrás de esta declaración, los invitamos a hacer clic aquí.
Creemos que la fe cristiana puede y debe dividirse en doctrinas esenciales y doctrinas periféricas. Y no creemos que todas las cosas en esta declaración de fe tengan el mismo peso. Algunos son más esenciales y otros menos. No creemos que se deba creer todas las partes de esta afirmación para que uno sea salvo.
Nuestro objetivo no es descubrir cuán poco se puede creer, sino abrazar “todo el consejo de Dios”. Nuestro objetivo es fomentar una convicción fuerte basada en la Biblia, la plenitud de su verdad y la gloria de su Autor. Mientras que algunos ministerios buscan un minimalismo teológico para atraer más donantes, nosotros preferimos ser transparentes sobre más (no menos) de lo que apreciamos en la Palabra de Dios. Creemos que la doctrina bíblica estabiliza a los santos en los vientos de confusión y fortalece a la Iglesia en su misión de enfrentar los grandes sistemas de religión falsa y secularismo. Creemos que la virtud suprema del amor se nutre del alimento fuerte de la doctrina centrada en Dios. Y creemos que la pasión por la supremacía de Dios en todas las cosas para el gozo de todos los pueblos a través de Jesucristo se sustenta en una atmósfera de conocimiento profundo y gozoso de Dios y de sus obras maravillosas.
Creemos que se sirve mejor a la causa de la unidad, no por buscar el mínimo común denominador de la doctrina, en torno al cual todos puedan reunirse, sino por elevar el valor de la verdad, estableciendo los parámetros doctrinales de la iglesia o la escuela o la misión o el ministerio, buscando la unidad que proviene de la verdad, y luego demostrando al mundo cómo los cristianos pueden amarse unos a otros por la decisión de cruzar las fronteras en lugar de eliminarlas. De este modo, la importancia de la verdad va creciendo como consecuencia de la existencia de fronteras doctrinales, y la unidad va aumentándose por medio de la forma en que amamos a los que están al otro lado de una de estas fronteras. Por ello, esperamos que quienes deseen asociarse con nosotros en nuestra misión global de equipar a la Iglesia mundial con las lenguas bíblicas y ver la Biblia más y mejor traducida, miren más allá de las diferencias que podamos tener y se unan a nosotros en la comunión del amor cristiano.
No pretendemos tener infalibilidad en esta declaración y estamos abiertos al perfeccionamiento y la corrección de las Escrituras. Sin embargo, sí mantenemos firmemente estas verdades según nuestros criterios y pedimos a los demás que escudriñen las Escrituras para ver si estas cosas son así. Es importante entender que muchas descripciones bíblicas de Dios y su obra son diversas. Por lo tanto, términos similares o idénticos pueden ser utilizados de manera diferente en otros contextos. Nuestro objetivo en esta declaración de fe no es limitar la forma en que los escritores bíblicos pueden utilizar los términos que aquí utilizamos, ni decir que los términos de esta afirmación no pueden ser utilizados de forma diferente por los escritores bíblicos en varios contextos, sino que nuestro objetivo es afirmar que la realidad descrita aquí es de hecho la realidad bíblica.
1. Escrituras
1.1 Creemos que la Biblia es un libro unificado, inspirado por Dios, centrado en Dios, que da esperanza, más dulce que la miel, que apunta a Jesús y que consta de los 66 libros del Viejo y el Nuevo Testamento.
1.2 Creemos que las intenciones de Dios, reveladas en la Biblia, son la autoridad suprema y final para probar todas las afirmaciones sobre qué es lo verdadero y lo correcto. En los asuntos que no se tratan en la Biblia, lo que es verdadero y correcto se evalúa mediante un criterio en consonancia con las enseñanzas de las Escrituras.
1.3 Creemos que las intenciones de Dios fueron reveladas a través de autores humanos inspirados.
1.4 El proceso de descubrir la intención de Dios en la Biblia (que es su significado más completo) es un esfuerzo humilde y cuidadoso para encontrar en el lenguaje de las Escrituras lo que los autores humanos intentaron comunicar. Las capacidades limitadas, los prejuicios tradicionales, el pecado personal y las suposiciones culturales suelen distorsionar la interpretación correcta de los textos bíblicos. Por lo tanto, la obra del Espíritu Santo es esencial para la correcta comprensión de la Biblia, y la oración por su ayuda debe incluirse en el esfuerzo adecuado para entender y aplicar la Palabra de Dios. Buscamos leer las Escrituras en sus propios términos. Las Escrituras son más que un almacén de hechos o proposiciones; revelan una trama, un hilo que corre por toda la historia, una interpretación divina del drama de la redención, que se centra en Cristo. Por lo tanto, nuestra interpretación de las Escrituras y nuestra extracción de conclusiones teológicas deben reflejar esto. Todos los cristianos quieren ser bíblicos en el manejo de las Escrituras, pero lo que cuenta como “bíblico” no goza de consenso. Nuestro método de interpretación puede resumirse como gramatical/lingüístico-histórico-canónico. En otras palabras, creemos que la mejor manera de leer las Escrituras y de sacar conclusiones teológicas es interpretar un determinado texto de las Escrituras en sus contextos lingüístico-histórico, literario, de la historia redentora y canónico. Interpretamos los textos bíblicos según tres horizontes: textual (sintaxis, contexto literario, escenario histórico, género), epocal (reconociendo su ubicación en la historia redentora) y canónico (lectura del texto a la luz de todo el canon). La Biblia se presenta como una historia que se mueve a través de cuatro partes y seis pactos, desplegando las promesas de Dios en el Antiguo Testamento hasta su cumplimiento en el Nuevo Testamento. Las cuatro partes principales o épocas que vemos son: la creación, la caída, la redención y la inauguración-consumación. Estas partes forman el horizonte epocal que da a cada lectura particular un contexto específico en la historia redentora. Los seis pactos que vemos son los que se establecen con: Adán/creación, Noé/creación, Abraham, Israel, y el rey David; y finalmente el Nuevo Pacto en Cristo.
1.5 Creemos que el Antiguo Testamento en hebreo/arameo, y el Nuevo Testamento en griego, fueron inspirados por Dios, y por su cuidado y providencia fueron preservados a lo largo de los siglos, de modo que las formas finales de las Escrituras que Dios quiso que usáramos pueden ser determinadas con exactitud, y tienen autoridad. En todas las controversias de fe, la Iglesia debe apelar en última instancia a ellas, y ningún elemento esencial de la fe cristiana se ve afectado por el hecho de que no poseemos los manuscritos originales de la forma final de las Escrituras. Dado que las lenguas originales no son conocidas por todo el pueblo de Dios, deben ser enseñadas a todos los que tienen derecho e interés en las Escrituras, especialmente a los que enseñan debido a su gran responsabilidad. Todo el pueblo de Dios debe leer y escudriñar las Escrituras. Y han de ser traducidas a la lengua común de todos los pueblos, para que la palabra de Cristo habite abundantemente en todos, para que le adoren de manera aceptable y para que, mediante el consuelo de las Escrituras, tengan esperanza.
2. La Trinidad, un Dios como tres Personas
2.1 Creemos en un Dios vivo, soberano y todo-glorioso, que existe eternamente en tres Personas infinitamente excelentes y admirables: Dios Padre, fuente de todo ser; Dios Hijo, eternamente engendrado, no creado, sin principio, siendo de una sola esencia con el Padre; y Dios Espíritu Santo, procedente en la esencia plena y divina, como Persona, eternamente del Padre y del Hijo. Así, cada Persona de la Divinidad es plena y completamente Dios.
3. El propósito eterno de Dios y su soberanía
3.1 Creemos que Dios, desde toda la eternidad, para desplegar toda la extensión de su gloria para el disfrute eterno y siempre creciente de todos los que le aman, ordenó y previó libre e inmutablemente, por el sapientísimo y santo consejo de Su voluntad, todo lo que ha de suceder.
3.2 Creemos que Dios sostiene y gobierna todas las cosas (desde las galaxias hasta las partículas subatómicas, desde las fuerzas de la naturaleza hasta los movimientos de las naciones, y desde los planes públicos de los políticos hasta los actos secretos de las personas solitarias) de acuerdo con su infinita sabiduría y con sus propósitos eternos de glorificarse a Sí mismo, pero de tal manera que nunca peca ni condena a una persona injustamente; pero que su ordenación y gobierno de todas las cosas es compatible con la responsabilidad moral de todas las personas creadas a su imagen.
3.3 Creemos que la elección de Dios es un acto incondicional de gracia gratuita que se dio por medio de su Hijo Cristo Jesús antes del comienzo del mundo. Por este acto Dios eligió, antes de la fundación del mundo, a aquellos que serían liberados de la esclavitud del pecado y llevados al arrepentimiento y a la fe salvadora en su Hijo Cristo Jesús.
4. La creación del Universo y del hombre por parte de Dios
4.1 Creemos que Dios creó el Universo, y todo lo que hay en él, de la nada, por la Palabra de su poder. No teniendo ninguna deficiencia en Sí mismo, ni movido por ninguna imperfección en su gozosa autosuficiencia, Dios se complació en mostrar su gloria en la creación para el gozo eterno de los redimidos, de toda tribu y lengua y pueblo y nación.
4.2 Creemos que Dios creó directamente a Adán del polvo de la tierra y a Eva de su costado. Creemos que Adán y Eva fueron los padres históricos de toda la raza humana; que fueron creados varón y hembra por igual a imagen de Dios, sin pecado.
5. El pecado del hombre y su caída de la comunión con Dios
5.1 Creemos que, aunque Dios creó al hombre moralmente recto, éste fue desviado de la Palabra y sabiduría de Dios por la sutileza del engaño de Satanás, y eligió tomar lo prohibido, y así declarar su independencia, desconfianza y desobediencia a su Creador infinitamente bondadoso y misericordioso. Así, nuestros primeros padres, por este pecado, cayeron de su inocencia original y comunión con Dios.
5.2 Creemos que, como cabeza de la raza humana, la caída de Adán se convirtió en la caída de toda su descendencia, de tal manera que la corrupción, la culpa, la muerte y la condenación pertenecen propiamente a cada persona. Todas las personas son así corruptas por naturaleza, esclavas del pecado y moralmente incapaces de deleitarse en Dios y vencer su propia orgullosa preferencia por los placeres efímeros del autogobierno.
5.3 Creemos que Dios ha sometido la creación a la futilidad, y que toda la familia humana está justamente expuesta a miserias indecibles de enfermedad, decadencia, calamidad y pérdida. Así toda la adversidad y sufrimiento del mundo es eco y testimonio del mal sobremanera grande de la depravación moral en el corazón de la humanidad; y cada nuevo día de vida es un indulto misericordioso dado por Dios del juicio inminente, que apunta al arrepentimiento.
6. Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado
6.1 Creemos que cuando vino el cumplimiento del tiempo Dios envió a su Hijo eterno como Jesús el Mesías, concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María. Creemos que, cuando el Hijo eterno se hizo carne, asumió una naturaleza plenamente humana, de modo que dos naturalezas completas, perfectas y distintas se unieron inseparablemente en una sola Persona, sin confusión ni mezcla. Así, la Persona, Jesucristo, era y es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, pero un solo Cristo y el único Mediador entre Dios y el hombre.
6.2 Creemos que Jesucristo vivió sin pecado, aunque soportó las debilidades y tentaciones comunes de la vida humana. Predicó y enseñó con verdad y autoridad sin precedentes en la historia humana. Hizo milagros, demostrando que es el Yahvé del Primer Pacto con pleno poder sobre toda la creación: expulsando demonios, curando enfermos, resucitando muertos, apaciguando la tempestad, caminando sobre las aguas, multiplicando los panes, y sabiendo de antemano lo que le sucedería a Él y a Sus discípulos, incluyendo la traición de Judas y la negación, restauración y eventual martirio de Pedro.
6.3 Creemos que Su vida fue gobernada por la providencia de Su Padre con miras a cumplir todas las profecías del Primer Testamento acerca de Aquel que había de venir, como la Simiente de la mujer, el Profeta como Moisés, el Sacerdote según el orden de Melquisedec, el Hijo de David, y el Siervo Sufriente.
6.4 Creemos que Jesucristo sufrió voluntariamente en cumplimiento del plan redentor de Dios, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, que murió, fue sepultado y al tercer día resucitó de entre los muertos para confirmar la obra salvadora de su vida y muerte y para tomar Su lugar como el invencible y eterno Señor de gloria. Durante cuarenta días después de Su resurrección, dio muchas evidencias convincentes de Su resurrección corporal y luego ascendió corporalmente al cielo, donde está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por Su pueblo sobre la base de Su sacrificio todo-suficiente por el pecado, y donde reina hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies.
7. La obra salvadora de Cristo
7.1 Creemos que por Su perfecta obediencia a Dios y por Su sufrimiento y muerte como el Cordero inmaculado de Dios, Jesucristo obtuvo el perdón de los pecados y el don de la justicia perfecta para todos los que confiaron en Dios antes de la cruz y todos los que confiarían en Cristo después. Al vivir una vida perfecta y morir en nuestro lugar, el justo por el injusto, Cristo adquirió nuestro castigo, aplacó la ira de Dios contra nosotros, reivindicó la justicia de Dios en nuestra justificación y eliminó la condenación de la ley contra nosotros.
7.2 Creemos que la expiación de Cristo por el pecado garantiza e impulsa un ofrecimiento universal del evangelio a todas las personas, para que a cada persona se le pueda decir con verdad: “Dios ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.” El que quiera puede venir para purificarse en esta fuente, y al que venga, Jesús no lo echará fuera.
7.3 Creemos, además, que la muerte de Cristo obtuvo algo más que la oferta de buena fe del evangelio para todos; también obtuvo la omnipotente misericordia del Nuevo Pacto que consiste en el arrepentimiento y la fe para los elegidos de Dios. Cristo murió por todos, pero no por todos de la misma manera. En Su muerte, Cristo expresó un amor especial de pacto, y lo expresó a Sus amigos, Sus ovejas, Su novia. Para ellos obtuvo la obra infalible y eficaz del Espíritu para triunfar sobre su resistencia y llevarlos a la fe salvadora.
8. La obra salvadora del Espíritu Santo
8.1 Creemos que el Espíritu Santo siempre ha actuado en el mundo, participando en la obra de la creación, despertando la fe en el remanente del pueblo de Dios, realizando señales y prodigios, dando triunfos en la batalla, dando poder a la predicación de los profetas e inspirando la escritura de la Palabra. Sin embargo, cuando Cristo logró la expiación del pecado y ascendió a la derecha del Padre, inauguró una nueva era del Espíritu, derramando la promesa del Padre sobre Su Iglesia.
8.2 Creemos que la novedad de esta época está marcada por la misión sin precedentes del Espíritu de glorificar a Cristo crucificado y resucitado. Esto lo hace al dar a los discípulos de Jesús mayor poder para predicar el evangelio de la gloria de Cristo, al abrir el corazón de los oyentes para que puedan ver a Cristo y creer, al revelar la belleza de Cristo en Su Palabra y transformar a Su pueblo de gloria en gloria, al manifestarse en los dones espirituales (siendo soberanamente libre de dispensar, como quiere, todos los dones de 1 Corintios 12:8-10) para la edificación del cuerpo de Cristo y la confirmación de Su Palabra, al llamar a todas las naciones al dominio del evangelio de Cristo, y, en todo esto, cumpliendo así la promesa del Nuevo Pacto de crear y preservar un pueblo purificado para la morada eterna de Dios.
8.3 Creemos que, sin la obra eficaz del Espíritu, nadie vendría a la fe, porque todos están muertos en delitos y pecados; son hostiles a Dios, y moralmente incapaces de someterse a Dios o de agradarle, porque los placeres del pecado parecen mayores que los placeres de Dios. Así, para los elegidos de Dios, el Espíritu triunfa sobre toda resistencia, despierta a los muertos, quita la ceguera y manifiesta a Cristo de una manera tan convincentemente hermosa a través del Evangelio que se vuelve irresistiblemente atractivo para el corazón regenerado.
8.4 Creemos que el Espíritu Santo hace esta obra salvadora en conexión con la presentación del evangelio de la gloria de Cristo. Así, ni la obra del Padre en la elección, ni la obra del Hijo en la expiación, ni la obra del Espíritu en la regeneración son un obstáculo o un desánimo para la proclamación del evangelio a todos los pueblos y personas en todas partes. Al contrario, esta divina obra salvífica de la Trinidad es la garantía y el fundamento de nuestra esperanza de que nuestra evangelización no es en vano en el Señor. El Espíritu fusiona Su obra salvadora al evangelio de Cristo, porque Su objetivo es glorificar al Cristo del evangelio. Por lo tanto, no creemos que haya salvación por ningún otro medio que recibir el evangelio por el poder del Espíritu Santo, excepto que los infantes y las personas con discapacidades intelectuales severas con mentes físicamente incapaces de comprender el evangelio pueden ser salvos.
9. La obra justificadora de Dios
9.1 Creemos que en un acto gratuito de la justa gracia, Dios justifica a los impíos por la sola fe aparte de las obras, perdonando sus pecados y considerándolos justos y aceptables en Su presencia. La fe es, pues, el único instrumento por el cual nosotros, como pecadores, estamos unidos a Cristo, cuya perfecta justicia y satisfacción por los pecados es el único fundamento de nuestra aceptación con Dios. Esta aceptación ocurre plena y permanentemente en el primer instante de la justificación. Por lo tanto, la justicia por la cual entramos en una posición correcta con Dios no es algo obrado en nosotros por Dios, ni impartido a nosotros en el bautismo ni con el tiempo, sino que se cumple para nosotros, fuera de nosotros, y se nos imputa.
9.2 Creemos, sin embargo, que la fe, que es la única que recibe el don de la justificación, no permanece sola en la persona así justificada, sino que produce, por el Espíritu Santo, el fruto del amor y conduce necesariamente a la santificación. Esta relación necesaria entre la fe que justifica y el fruto de las buenas obras da lugar a algunas expresiones bíblicas que parecen hacer de las obras el fundamento o el medio de la justificación, pero en realidad simplemente expresan la verdad crucial de que la fe que no da fruto de buenas obras es muerta, no siendo la fe verdadera.
10. La muerte, la resurrección, y la venida del Señor
10.1 Creemos que cuando los cristianos mueren, son perfeccionados en santidad, son recibidos en el paraíso y son llevados conscientemente a la presencia de Cristo, que es más gloriosa y satisfactoria que cualquier experiencia en la Tierra.
10.2 Creemos en la bendita esperanza de que al final de esta época Jesucristo regresará a esta Tierra en forma personal, visible, física y repentina en poder y gran gloria; y que reunirá a Sus escogidos, resucitará a los muertos, juzgará a las naciones y establecerá su reino. Creemos que los justos entrarán en el gozo eterno de su Maestro, y aquellos que detuvieron con injusticia la verdad serán consignados a la miseria consciente eterna.
10.3 Creemos que el fin de todas las cosas en esta época será el comienzo de una felicidad interminable y siempre creciente en los corazones de los redimidos, a medida que Dios despliega más y más Su infinita e inagotable grandeza y gloria para el disfrute de su pueblo